Adultez .

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La tarta de choclo me quedó hecha una sopa e igual te la comiste con la resignación contenida pero no importa. Soy una joven promesa y si aún no te diste cuenta es porque no te diste la chance de comprobarlo. Sí, vos, porque yo no tengo que andar demostrando nada. Es algo innato, pura potencialidad que ya deberías percibir.
Sabes, estuve pensando este rato, ahora, mientras dormis dándome la espalda, tu hermosa espalda que te amuralla dejándote del otro lado de este lado mio que soy yo (ya siento que nunca más podría ver tu rostro). Estuve pensando en todas las palabras, en su naturaleza de ser letras y luego, un sentido más complicado, para después mezclarse en frases, en párrafos enteros. Son una vida, el lenguaje que permite unirnos y entonces es lo único que importa, lo único que podría tener protagonismo. Basta con tomar un gesto cualquiera. Por ejemplo, esta mañana cuando agarraste la taza de café que yo te estaba dando y nuestras manos se encontraron en el roce, en la precaucion necesaria para que no se cayera. Duró un segundo pero fue eterno.
Me diran que las palabras no puede describir aquello pero en mi mente todo empezó a funcionar cuando las palabras "roce", "vos", "mano", "Franco", cobraron sentido y alargaron el momento. Lo hicieron preciso, le dieron importancia.
¿Acaso ahora mismo no lo estoy explicando? La prueba única e irrevocable, la última prueba, la que deja huellas.
Y se me ocurrió que siempre creí que todo lo que decías iba dirigido hacia mí. Por lo menos desde que te conozco, desde que empezamos a ser algo más que conocidos. Y ahora siento que nunca fue así. Es raro, hago memoria, reviso el pasado y todo está ahí pero con una luz distinta, una luz crítica.
Entonces sí, todas las palabras iban dirigidas a mí pero no de la forma que yo creía, sino que quisieron expresarme que no era yo la destinataria. Me hablaban para no hablarme, para que me hiciera a un lado, para darme a entender que no debía hacerme cargo de ellas.

Pasaron dos horas desde que te dormiste. Ni la luz, ni mis idas al baño lograron hacerte cambiar de posición. Para poder ver tu rostro otra vez necesito moverme hasta tu otro lado.



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Visiones doradas -

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En oro se enebran las tizas, el polvo que cae de los cabellos. Repito constantemente una palabra absurda para contar el paso del tiempo sin el ritmo de los segundos. Me encuentro sumergida en paredes rebosantes de liquidez desapareciendo cada vez que cierro los ojos. Ya no parpadeo con la misma rapidez porque para cuando se unen un extremo con otro, todo retumba y tengo miedo de caer si este suelo se llegara a quebrar.
Estoy seca y el viento me hará dispersar como las hojas de los árboles de otoño. Sin saliva se me reseca la boca y sin calidez, los labios. Quisiera estrecharme, ser un ovillo, un punto minúsculo en un plan maestro de líneas paralelas. Semejante ambición se me antoja vigente por lo que mis respiros destilan signos encendidos como luces de neon.
La tierra devuelve a mis pies sórdidas raices mundanas sintonizando colores y aromas, inyectados por los poros de mi piel. Me estremezco y cada extremidad se contorsiona con elegancia.
Sospecho que ya nada pertenece a lo que mi mente pueda dictar. Soy un retrato de lo que alguna vez fue una voz ordenando a este cuerpo caminar.
Debería volver al punto cero, cenizas sobre cenizas. A las hebras doradas del firmamento azul doblegándose en sus límites de horizonte finito.




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