pro j ect . o

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Iluminar el cielo
Perpetuarlo
Y engullir
mordisco por mordisco
la obra de arte
de un día miércoles
de las luces
de las seis de la tarde
que intentan persuadirnos
de que la noche se aproxima
Que somos un vicio del tiempo
Que hemos de dormir
para vivir
y envejecer.
Y volver a ver el sol
que mancha de naranja
las arrugas del rostro de risa.



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puaj

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Siempre tan fatídica en la irreversibilidad de los conflictos.
Se estancó la fecha en la que escribí por última vez mis delirios de contento, y verla ahí, sin tener mayos ni junios es peor que el recuerdo que a veces me invade el cuerpo y tira.
Entorpezco.

En tor pez co.


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Adultez .

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La tarta de choclo me quedó hecha una sopa e igual te la comiste con la resignación contenida pero no importa. Soy una joven promesa y si aún no te diste cuenta es porque no te diste la chance de comprobarlo. Sí, vos, porque yo no tengo que andar demostrando nada. Es algo innato, pura potencialidad que ya deberías percibir.
Sabes, estuve pensando este rato, ahora, mientras dormis dándome la espalda, tu hermosa espalda que te amuralla dejándote del otro lado de este lado mio que soy yo (ya siento que nunca más podría ver tu rostro). Estuve pensando en todas las palabras, en su naturaleza de ser letras y luego, un sentido más complicado, para después mezclarse en frases, en párrafos enteros. Son una vida, el lenguaje que permite unirnos y entonces es lo único que importa, lo único que podría tener protagonismo. Basta con tomar un gesto cualquiera. Por ejemplo, esta mañana cuando agarraste la taza de café que yo te estaba dando y nuestras manos se encontraron en el roce, en la precaucion necesaria para que no se cayera. Duró un segundo pero fue eterno.
Me diran que las palabras no puede describir aquello pero en mi mente todo empezó a funcionar cuando las palabras "roce", "vos", "mano", "Franco", cobraron sentido y alargaron el momento. Lo hicieron preciso, le dieron importancia.
¿Acaso ahora mismo no lo estoy explicando? La prueba única e irrevocable, la última prueba, la que deja huellas.
Y se me ocurrió que siempre creí que todo lo que decías iba dirigido hacia mí. Por lo menos desde que te conozco, desde que empezamos a ser algo más que conocidos. Y ahora siento que nunca fue así. Es raro, hago memoria, reviso el pasado y todo está ahí pero con una luz distinta, una luz crítica.
Entonces sí, todas las palabras iban dirigidas a mí pero no de la forma que yo creía, sino que quisieron expresarme que no era yo la destinataria. Me hablaban para no hablarme, para que me hiciera a un lado, para darme a entender que no debía hacerme cargo de ellas.

Pasaron dos horas desde que te dormiste. Ni la luz, ni mis idas al baño lograron hacerte cambiar de posición. Para poder ver tu rostro otra vez necesito moverme hasta tu otro lado.



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Visiones doradas -

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En oro se enebran las tizas, el polvo que cae de los cabellos. Repito constantemente una palabra absurda para contar el paso del tiempo sin el ritmo de los segundos. Me encuentro sumergida en paredes rebosantes de liquidez desapareciendo cada vez que cierro los ojos. Ya no parpadeo con la misma rapidez porque para cuando se unen un extremo con otro, todo retumba y tengo miedo de caer si este suelo se llegara a quebrar.
Estoy seca y el viento me hará dispersar como las hojas de los árboles de otoño. Sin saliva se me reseca la boca y sin calidez, los labios. Quisiera estrecharme, ser un ovillo, un punto minúsculo en un plan maestro de líneas paralelas. Semejante ambición se me antoja vigente por lo que mis respiros destilan signos encendidos como luces de neon.
La tierra devuelve a mis pies sórdidas raices mundanas sintonizando colores y aromas, inyectados por los poros de mi piel. Me estremezco y cada extremidad se contorsiona con elegancia.
Sospecho que ya nada pertenece a lo que mi mente pueda dictar. Soy un retrato de lo que alguna vez fue una voz ordenando a este cuerpo caminar.
Debería volver al punto cero, cenizas sobre cenizas. A las hebras doradas del firmamento azul doblegándose en sus límites de horizonte finito.




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Lado B .

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El que busca la soledad,
busca el silencio;
el que no habla está solo,
incluso en la muerte.

Paul Auster.






Hablame. Contame de vos. Qué hiciste, qué haces, a dónde vas. ¿Alguna vez tuviste un sueño agradable? El mejor día de tu vida. ¿A qué le temes? Por qué reís poco, por qué sonreís mucho. ¿A qué se deben tus enojos? En lo mas trivial de los momentos te escucho protestar y no se por qué.
Seguime hablando, que se te vaya todo el día en esta acción. No dejes ni un segundo de elaborar rápidas respuestas en tu cabeza. La frase más ingeniosa siempre te sale sin pensarla.

De qué van tus intereses. En los instantes que son tuyos, qué es lo que haces, en qué pensas.

Te veo abrir una puerta con gestos apurados pero precisos. De la misma manera saludas. Es como si uno viniera venirse un además brusco, por lo precipitado que este parece, pero en el último segundo se torna suave, delicado.
Conversame. ¿Podrías no dejar de hacerlo?
Todos nuestros silencios son de muerte. Y cuando algo así no puede ser de ninguna manera cómodo, entonces hay un vacío que me hace pensar que jamás te hablé, jamás conocí nada de vos. No podría reconocer tu voz en el silencio. No podría escucharte en ese silencio. Todo lo que podría saber, se torna confuso. ¿Cómo podría imaginar lo que pensas!

Dos personas que no pueden tolerar un silencio. ¿Por qué deberías dejar de hablarme cada vez que te dirigís a mí? Me obligas a caer, a habilitar aquella sensación de muerte lenta.

Hablame hasta en los momentos en que no puedas hablar. Tengo que por el contrario escucharme y todo se torna en una cita conmigo misma. Si ya no tengo remedio. Soy la cara de la derrota, la vida que queda después de los golpes. La vida desperdiciada. El lado B. El corazón que se usa sólo en casos de emergencia.

Y por lo pronto recurro a vos, porque así no puedo pensarme. Pero entonces tampoco puedo pensar en vos, no somos capaces de reconocernos en la quietud. Nos alejamos con la sensación de haber despertado en un lugar en el que no deberíamos estar, con alguien que no debería estar a nuestro lado.

Contestame. Cada. Pregunta. Que. Te. Hago.
Con la lentitud precipitada y la mirada concentrada.

Podríamos recitarnos una y otra vez. Repetirnos el mismo cuento. Siempre va a tener ese gusto a tragedia y comedia. Pretender que estamos llenos, hartos de hablar y por eso no dejar de hacerlo.
Necesito un olvido y lo único de lo que me estoy olvidando es de vos.
Se esfuma tu rostro con la facilidad con la que caigo dormida cada noche. Entonces nunca recordamos cómo es que nos dormimos. Así también me voy a olvidar de cómo te olvidé.

Incomodidad es la palabra que desata el terror, que construye un agujero enorme en nuestro camino.
Por eso hablame. Murmurame. Gritame. Quiero sentir el aire que tomas antes de pronunciar cada palabra.
Susurrame.
Empezá a hacerlo.



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Ak .

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no compliques
una fijación
con un supuesto

los cálculos
en tu mente
sólo brillan
por ausencia
de claridad


-

vuelven a ser
tus jugadas
las desmedidas
tus vasos
los rebalsados
tus besos
los desequilibrados


-

-ción.

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a una hora dada
calzas mis piernas

el fuego
devora las casas

pero son los libros
y tu dignidad

los que no saben pedir perdón.




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