I. Aldultez .-



El viento nos desarma el techo y nos desembaraza de los pesares. En la mesa nos miramos de reojo entre nosotros y hacia arriba, cuando el segundo piso rechina adolorido, quejándose. Siempre es la sopa la que nos cae mal, la que nos obliga a dejarnos caer en el sillón; y la ventana nos pierde.
Ahora es la tarde la que se nos pasa entre un letargo hambruno y brazos inertes.



Ciertos días se acontecen con ocupaciones imperecederas: cuando se trata de poner clavos o arreglar las maderas, él se encarga de que los martillazos siempre sean dos de más y los huecos más grandes.
Al principio me abrumaba aquel sonido incesante del viento rechinando todos los muebles...





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Artista coagulando mermeladas de extasío y pasión. Un torrente de ecuaciones ayudan al desprendimiento de materia extraliteral corriendo por tus venas donde ahondan todos los secretos jamás llevados a un plano puro por insuficiencia de espacio. Los límites hacen que la suma de todo el potencial se llene de blancos y de momentos de distorsión, en los cuales te das cuenta de la capacidad de exhortación y eclosión que emanan tus pulsaciones interiores.
Por puro equilibrio natural, cada vez que te das cuenta de tu inminente agudeza, la madre tierra te obliga a expulsar en vómitos toneladas de repeticiones y rutinas circundantes amontonadas en toda la corriente fluidez del aburrimiento. Pero la suspicacia te alerta hacia un simposio de cosas nuevas y refleja a una persona que no encaja con los reensambles de imágenes que todo lo inmenso podría ofrecer.
Artífice, creadora, autora, inventora, virtuosa, ejecutante portentosa de majestuosidades. Tus sueños de filarmonías solfeando lo inmundo y lo hermoso.



Todo lo que representas ante mis ojos.