I. Aldultez .-



El viento nos desarma el techo y nos desembaraza de los pesares. En la mesa nos miramos de reojo entre nosotros y hacia arriba, cuando el segundo piso rechina adolorido, quejándose. Siempre es la sopa la que nos cae mal, la que nos obliga a dejarnos caer en el sillón; y la ventana nos pierde.
Ahora es la tarde la que se nos pasa entre un letargo hambruno y brazos inertes.



Ciertos días se acontecen con ocupaciones imperecederas: cuando se trata de poner clavos o arreglar las maderas, él se encarga de que los martillazos siempre sean dos de más y los huecos más grandes.
Al principio me abrumaba aquel sonido incesante del viento rechinando todos los muebles...





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1 comentarios:

Adrian Orellano dijo...

muchas gracias por tu comentario. me gustó lo tuyo.
te paso mi mail
ancinoranma@hotmail.com